En todos los lugares del planeta Tierra el sol sale por el este. En Chiloé al este está la cordillera de Los Andes. Cuando se ve nítida desde el archipiélago uno toma conciencia de que está en una isla, pero muy cerca del continente, y siente que en tiempos remotos no hubo esa separación, no había límites, como se recoge en el mito de Tentén y Caicai Vilu.
Renato Cárdenas nos comparte esa página:
El mito de Tentén y Caicai Vilu refunda, desde el caos de la última glaciación, el ordenamiento del territorio y del maritorio chilote. La impronta de la última glaciación es la base de su geografía.
La memoria del mito nos acerca a la joven humanidad, conectándonos umbilicalmente con las serpientes del paleolítico y con los grandes eventos glaciales. En los tiempos primordiales luchó Tentén, la serpiente terrestre y defensora de la especie humana, contra Caicai, la protectora del mar.
La serpiente marina hace subir el nivel de las aguas, posesionándose del territorio de Tentén e inundando el de los humanos. La serpiente terrena levantó entonces la superficie creando cerros donde la humanidad se refugió. La disputa continuó y los humanos que no alcanzaron las alturas se volvieron peces, animales marinos o rocas.
Al final Caicai se retiró, dejando al Millalobo y a otros seres custodiando los mares. Se salvaron unas cuantas parejas las cuales dieron continuidad a la humanidad. Esos son los curaviches. Las diferentes estirpes surgieron de las relaciones entre los descendientes de esas parejas con los humanos que fueron transformados en animales marinos.