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Texto curatorial

En un bosque hay muchos bosques:
existe aquel que solo lo ves si escuchas;
y existe el bosque que solo se escucha, si dejas de ver.
Y posiblemente existe otro bosque que solo se muestra cuando dejamos de ver y oír

Hay muchos tipos de fotografías y muchas razones para decidir fotografiar algo. Una, muy importante, es fotografiar aquello que duele, con lo que no se está de acuerdo, pero se fotografía para que seamos testigos. Es el caso de los/as fotógrafos/as de guerra: personas que con toda seguridad no les gustan los conflictos violentos y que, a través del disparo (de sus cámaras), desean que dejen de existir en un futuro próximo.

Otra razón es fotografiar para recordar: personas, lugares, paisajes, experiencias y momentos especiales. Esta es quizás la motivación con la que más personas se identifican, al menos las que nacieron en el siglo XX.

Y hay una razón que es fotografiar para conocer, para sentir, para desentrañar los misterios de la vida y descubrir que ésta, la vida, siempre que la observamos, nos sorprende. Creo que en esta categoría se encuentran todas las personas que fotografían la naturaleza.

La fotografía de naturaleza es meditativa, al menos aquella que no sigue la lógica del trofeo. Es una creación que permite a la persona acercarse a la naturaleza como misterio, como un enigma, del que sabemos que solo podremos desentrañar una parte: aquella que podamos pintar con la luz.

La luz es la materia prima de la fotografía, y, a la vez, esta misma luz, es convertida por muchos seres que habitan la Ñuke Mapu o Pachamama en alimento (a través de la fotosíntesis). Pero ese proceso no lo podemos retratar, al menos no con una cámara fotográfica. Y esto es lo más maravilloso, saber que no podemos develar todos los secretos de la naturaleza a través de la fotografía, algunos solo podremos sentirlos de otra forma.

La persona que fotografía en la naturaleza no solo ve a través de su cámara, como extensión de su sentido de la vista, sino que percibe con todos sus sentidos. Su reto es que esas sensaciones puedan ser transmitidas en una imagen que, además, tiene dos importantes límites adicionales: es rectangular y bidimensional.

Pero esos límites no coartan la creación, solo la ponen en su lugar, la llevan a saber que las imágenes que creamos de la naturaleza son solo eso, imágenes, y que la invitación es que a través de esas imágenes podamos descubrir, conocer, y, por consiguiente, amar, los ecosistemas que permiten la vida en la tierra, incluyendo la nuestra.